Oí, que la felicidad no es Estación, sino un modo de viajar,
que se descubre sobre la marcha, como el camino, al andar.
Por eso es que, prosiguiendo, con esa línea de pensamiento,
siento como si me hubiese apeado, de un tren en movimiento.
Por inercia, continué avanzando, aunque con paso inseguro,
no tardando en reconocer que, adonde llegué, no hay futuro.
Es un andén sombrío, en el que no hay partidas, sólo arribos,
al que acceden los desesperanzados y, unos pocos, salen vivos.
Mis días son intransitables y tengo amaneceres, sin horizonte,
el obstáculo se torna montaña, donde apenas se alza un monte.
Discurro entre la extremada inacción y ostracismos asfixiantes,
solamente me resta aguardar, cual podrá derrumbarme antes.
De momento, voy sobrellevando, esta controlada desesperanza,
aferrado a los buenos momentos, que son pocos, pero alcanza.
Viendo el caminar cansino, de algún gastado hombre anciano,
yo intentaba convencerme que, mi ocaso, estaría muy lejano.
Hasta que comencé a notar la imagen, que devolvía mi espejo
y entendí que, no sólo los años, hacen que uno, se haga viejo.
viernes, 3 de agosto de 2007
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