Hoy, los chicos la tienen más fácil, a la hora de debutar,
porque las chicas ya no histeriquean, haciéndose desear.
Algunos consiguen su cometido, ya en una primera cita,
otros, tienen que esperar algo más, si es con la noviecita.
En nuestro tiempo, la novia era prácticamente intocable
y, no había, para descargarnos, condicionadas por cable.
Los de nuestra generación, apelamos a un similar inicio,
alquilando una prostituta, para que brindara el servicio.
Si no existía un tío canchero, que oficiara de capitalista,
hacíamos una vaquita, para participar de una larga lista.
Para muchos, aquella experiencia, resultó casi imborrable,
solamente, lograron dejar atrás, con penicilina inyectable.
En mi caso, fui con otros nueve, a diez minutos cada uno
y ocupose la meretriz, de que, virgen, no saliera ninguno.
Recuerdo que esa primera vez, no resultó nada agradable.
Entrar al grupo de los debutantes, fue lo único rescatable.
No olvido que nos prohibió, que la besáramos en la boca,
al notar sus encías desdentadas, nadie tuvo esa idea loca.
Había un catre y, para su higiene, usaba hojas de diarios.
El último, que era un amigo sordo, pudo leerle los labios.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario