El saludo tiene matices y, define,
la personalidad de quién lo emite,
cada cual saluda como sabe o le nace.
No abunda quién lo ejercite.
Puede ser muy expresivo,
con inclusión de beso, abrazo y palmadita
o, agitando reiteradamente las manos,
si la distancia lo imposibilita.
Está el que murmura y, lo refuerza,
haciendo un gesto con la cabeza.
Nunca se sabe, si lo hace por desganado
o una extremada delicadeza.
Entre militares se saludan con rigidez,
con un sonoro golpe de tacos.
Los empresarios se estrechan las manos,
así los negocios sean flacos.
Cuando se comienza con un “¿Cómo estás?”
ya se sabe la respuesta,
infaliblemente rebotará “Bien, ¿y vos?”.
No esperen réplica opuesta.
Si usas el “Buen día” por “Buenos días”,
puede ser por dos motivos,
que presumes encuentros diarios,
para reiterar deseos tan positivos,
o que, por una cuestión de mezquindad,
tus buenos augurios atesoras,
y, cuando finalmente los distribuyes,
vencen a las veinticuatro horas.
Cuando se saludan entre las mujeres,
el beso no puede estar excluido,
nunca llegan a aproximar sus rostros,
pero, con la boca, meten ruido.
El saludo es urbanidad,
con el que se relacionan personas civilizadas,
aunque, también saludan los boxeadores,
antes de cagarse a trompadas.
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