Desempolvaste tu diario íntimo, que encontraste arrumbado,
en el que, de joven, volcabas vivencias; memorias del pasado.
En él dejabas constancia de amores, temores y experiencias,
y, por tenerlo a buen resguardo, te confesabas sin reticencias.
Usando de señaladores, flores marchitas y boletos de tranvía,
subrayabas aquellos momentos, que te emocionan, todavía.
Describiste, minuciosamente, tu primer baile y primer beso,
más, algo que descubriste sola, porque no se hablaba de eso.
Del labial de tu primera cita, quedó un recuerdo perdurable.
En sus hojas, posaste tus labios, como un sello inalterable.
A medida que crecías, fuiste haciendo un relato más prolijo,
desmenuzando tus sensaciones, del casamiento y cada hijo.
De aquel ingenuo "Hoy lo vi", pasaste a desnudar tu alma,
por el trazo se reconoce, cuando hubo angustia o lene calma.
Hoy, al reinscribir tu historia, luego de años de hojas vacías,
retomas, para testimoniar, que todas las faltas fueron mías.
Asoma el resentimiento, por una vida, que crees desperdiciada,
como si los años que vivimos juntos, no hubieran dejado nada.
Buscando recuperar tiempo perdido, tus citas son espaciadas,
refiriéndote sólo a recuerdos tristes y pasiones desencontradas.
Haces evidente tu falta de intención, por cerrar heridas viejas,
convirtiendo a tu hermoso diario, en utilitario libro de quejas.
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