Que Adán vestía hoja de parra, se ocupó de que trascendiera, él,
pues, Eva lo descalificaba, aludiendo a esa hoja, como de laurel.
A Naama, la esposa de Noé, se le recuerda como una tonta, rubia,
que alertó al marido “No saques el arca, que está anunciada lluvia”
Medea, desafió a enemigos de Aquiles, dueño de imbatibles dones,
diciendo que, en tiro con arco y flecha, no le llegaban a los talones.
Penélope, tejía y destejía y, de su fenomenal paciencia, hacia alarde.
Cuando Ulises iba a navegar, preguntaba ¿Vas a llegar muy tarde?
Dalila, cortó el cabello de Sansón, dejándolo a merced de la gentuza.
Le mintió “Alcanzame una Prestobarba, que voy a sacarte la pelusa”.
Enrique VIII se quejaba de Ana Bolena, quién al amar tenía pereza,
e hizo lo necesario, para que no vuelva a simular, dolores de cabeza.
Popea, segunda esposa de Nerón, cuando discutían, atacaba su ego,
imputándole que no hacía asado, porque no sabía prender el fuego.
Josefina, amor de Napoleón, se jactaba de haberlo ayudado bastante,
porque cuando ella lo conoció, traía una mano atrás y otra adelante.
Remedios, consorte de San Martín, intentaba no resultar un estorbo,
donó sus joyas, cosió uniformes, pero no se bancaba el sable corvo.
Estos ejemplos lo demuestran, ocurrió así y no hay nada que hacer,
en toda época, detrás de un gran hombre, rompía las bolas su mujer.
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