Cuando hayas superado la etapa de la atracción,
que provoca que la veas, con enfermiza iteración.
Cuando ya dejes de escribirle esas cartas de amor,
con la cursilería almibarada, inherente al soñador.
Cuando hayan mermado en ti, el deseo y la pasión,
que se instalan en tu mente, nublándote la razón.
Cuando notes que entregas un cariño más maduro,
menos desprejuiciado, casi racional y no tan puro.
Cuando, en ocasiones, tengas sentimiento de odio,
llegando a renegar, de haberla elevado a un podio.
Cuando, por su abandono, dejes de expresar temor,
llegando a pensar que, ausente, sería quizás mejor.
Cuando, acaso, en ti se despierte cierta desilusión,
por su inestabilidad, su complejidad e irresolución.
Cuando la hayas engañado, sintiéndote arrepentido
y, tarde te enteres, que ella también te ha mentido.
Cuando, por las lágrimas vertidas, desborden los ríos
y tus sensaciones, atraviesen, por todos los estadíos.
Cuando puedas subordinar tan distintos sentimientos,
colocando en la balanza, buenos y malos momentos.
Cuando tengas en claro, luego que todo haya pasado,
como habrás de soportar, que no esté más a tu lado.
Recién entonces, conociendo la respuesta obtenida,
lograrás desentrañar, si fue, el gran amor de tu vida.
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