El hombre, tenía, inagotable iniciativa,
nunca descansaba en el ocio,
llevó adelante muchos proyectos,
pero no prosperaba ningún negocio.
Invertía fortunas, escogía buenos rubros,
pero, al poco tiempo cerraba.
Sus asesores le venían advirtiendo que,
al adoptar el nombre, fallaba.
Fundó "El rey del embalaje",
empresa con un sinnúmero de virtudes,
lamentablemente, su actividad se orientaba,
a la producción de ataúdes.
Buenos productos, nunca han sido aceptados;
otros, fueron resistidos,
tuvo el mal tino de bautizar "La Forense",
a una fábrica de embutidos.
Pensando en un nombre con gancho,
se encerró entre cuatro paredes
y, como su pueblo, a la fábrica de ascensores,
denominó "Salsipuedes"
Poco después, inauguró un geriátrico,
que provocaba, no poco recelo.
Desde su gran cartel, se invitaba a ingresar
a "La Antesala del Cielo"
El nombre, un error, peor su slogan,
que jamás se debió haber dicho:
"Las habitaciones del establecimiento,
son más silentes que un nicho"
Algún acontecimiento parecido,
había experimentado un tiempo antes,
cuando puso de título "Tío Herodes",
a su primer Jardín de Infantes.
Llevó al exterior, un parque de diversiones,
calificado como los mejores,
fracasó en Londres, al poner "Lady Di",
al sector “Autitos chocadores”
Sus emprendimientos pudieron ser exitosos,
para ello puso su esmero,
si no fuera que nunca acertó un epígrafe,
aceptablemente marketinero.
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