Parece tarde, pero siempre hay tiempo para reivindicaciones
para quién, sin proponerlo, a alguien hirió con sus acciones.
Este hombre pudo, quizás, atender algún impulso equivocado,
envolviéndose de tal manera, hasta creer haberse enamorado.
Mientras otra mujer, la propia, sabiendo de su clandestinidad,
por sus hijos o por irresolución, nunca castigó esa infidelidad.
Serenamente, soportó agravios de quién le quitaba su marido,
humillándola anónimamente, algo que él no hubiera querido.
Me moviliza la curiosidad por conocer, por qué cruzó la raya,
sin quedarme en la fácil conclusión que de él sólo fue la falla.
Al escuchar, con atención, letras de boleros, que él atesoraba,
yo ahora puedo descubrir las cosas, por las que se emocionaba.
Hasta comprender que, tras del barniz de su augusta severidad,
guardaba, en su más secreto interior, tan delicada sensibilidad.
Hoy conceptúo con la benevolencia, que el tiempo me ha dado
y pido, que tire la primera piedra, quien esté exento de pecado.
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