Parece tarde, pero siempre hay tiempo para reivindicaciones
para quién, sin proponerlo, a alguien hirió con sus acciones.
Este hombre pudo, quizás, atender algún impulso equivocado,
envolviéndose de tal manera, hasta creer haberse enamorado.
Mientras otra mujer, la propia, sabiendo de su clandestinidad,
por sus hijos o por irresolución, nunca castigó esa infidelidad.
Serenamente, soportó agravios de quién le quitaba su marido,
humillándola anónimamente, algo que él no hubiera querido.
Me moviliza la curiosidad por conocer, por qué cruzó la raya,
sin quedarme en la fácil conclusión que de él sólo fue la falla.
Al escuchar, con atención, letras de boleros, que él atesoraba,
yo ahora puedo descubrir las cosas, por las que se emocionaba.
Hasta comprender que, tras del barniz de su augusta severidad,
guardaba, en su más secreto interior, tan delicada sensibilidad.
Hoy conceptúo con la benevolencia, que el tiempo me ha dado
y pido, que tire la primera piedra, quien esté exento de pecado.
martes, 15 de julio de 2008
JUAN EL ENFERMO
Hombre de salud endeble, pero que a nadie resultó indiferente.
Pasó su vida en un hospital, alimentando el morbo de la gente.
Por unas adherencias en su prepucio, lo habían circuncidado,
las enfermeras lo ridiculizaban: "Ahí viene el Pico Truncado"
Con la columna vertebral arqueada, no podía quedarse parado,
allí, su sobrenombre fue cambiado, por el de Chañar Ladeado.
Una infección urinaria, resecó su vejiga y la burla se hizo eco,
apuntando a su dificultad para evacuar, le decían Arroyo Seco.
Su poca orina no era límpida. Despedía impurezas, aquél rubio,
lo que expulsaba por las largas sondas, recordaba a RíoTurbio.
Le practicaron ano contra natura, su mal ya se había ensañado
y, también, el mal gusto de la gente, al apodarlo Pozo Borrado.
Su larga cabellera se raleó, perdió un ojo y estaba casi muerto,
ya muchos le llamaban Sauce Viejo y, algunos, Venado Tuerto.
Creyó haber hecho suficientes méritos, por eso agonizó contento.
Cuando muriera, pondrían su nombre, al pueblo de nacimiento.
Pasó su vida en un hospital, alimentando el morbo de la gente.
Por unas adherencias en su prepucio, lo habían circuncidado,
las enfermeras lo ridiculizaban: "Ahí viene el Pico Truncado"
Con la columna vertebral arqueada, no podía quedarse parado,
allí, su sobrenombre fue cambiado, por el de Chañar Ladeado.
Una infección urinaria, resecó su vejiga y la burla se hizo eco,
apuntando a su dificultad para evacuar, le decían Arroyo Seco.
Su poca orina no era límpida. Despedía impurezas, aquél rubio,
lo que expulsaba por las largas sondas, recordaba a RíoTurbio.
Le practicaron ano contra natura, su mal ya se había ensañado
y, también, el mal gusto de la gente, al apodarlo Pozo Borrado.
Su larga cabellera se raleó, perdió un ojo y estaba casi muerto,
ya muchos le llamaban Sauce Viejo y, algunos, Venado Tuerto.
Creyó haber hecho suficientes méritos, por eso agonizó contento.
Cuando muriera, pondrían su nombre, al pueblo de nacimiento.
MI AMIGO CÁNDIDO
Mi amigo Cándido, era una persona muy crédula e inocente,
que no tenía malicia y, confiaba, en la conciencia de la gente.
No creía que hubiese quién atropelle con su auto y se escape.
(Yo le manifestaba que, entonces, estaría viviendo en un taper).
Ignoraba que corrieran picadas, haciendo que el motor ruja,
(Fue cuando comenzó mi duda, si no se mudó a una burbuja).
Pensaba que en un hospital público, se atiende bien al enfermo.
(Ante ello, fue que le pregunté si, acaso, él vivía en un termo).
Por confiar en la conducta social, iría a llevarse gran chasco,
un día que salía de su casa (Que, en realidad, era un frasco).
Aquella vez, atravesando una avenida, por la senda peatonal,
un auto, corriendo carreras, lo arrolló, en un embate mortal.
El conductor, sin detenerse, continuó su vertiginosa marcha.
Quedando, agonizando, en medio de una sangrienta mancha.
Luego de esperar horas, la ambulancia, murió en el hospital.
Los médicos estaban de paro, faltando vendas e instrumental.
Me quedé con ganas de recriminarle, por haber sido confiado.
Seguramente, desde su nube de pedos, ya habrá reflexionado.
que no tenía malicia y, confiaba, en la conciencia de la gente.
No creía que hubiese quién atropelle con su auto y se escape.
(Yo le manifestaba que, entonces, estaría viviendo en un taper).
Ignoraba que corrieran picadas, haciendo que el motor ruja,
(Fue cuando comenzó mi duda, si no se mudó a una burbuja).
Pensaba que en un hospital público, se atiende bien al enfermo.
(Ante ello, fue que le pregunté si, acaso, él vivía en un termo).
Por confiar en la conducta social, iría a llevarse gran chasco,
un día que salía de su casa (Que, en realidad, era un frasco).
Aquella vez, atravesando una avenida, por la senda peatonal,
un auto, corriendo carreras, lo arrolló, en un embate mortal.
El conductor, sin detenerse, continuó su vertiginosa marcha.
Quedando, agonizando, en medio de una sangrienta mancha.
Luego de esperar horas, la ambulancia, murió en el hospital.
Los médicos estaban de paro, faltando vendas e instrumental.
Me quedé con ganas de recriminarle, por haber sido confiado.
Seguramente, desde su nube de pedos, ya habrá reflexionado.
EL GATO Y EL OVILLO
Viendo a un gatito jugar, con un completo ovillo de lana
y al otro extremo, enhebrar su aguja, una dama anciana.
Imaginé esta metáfora, acerca de lo vivido y lo por delante,
mientras la viejita teje la bufanda o, quizás, sea un guante.
Al nacer, se me confió un ovillo, igual que a mis hermanos,
que devanaron nuestros padres, usando más que las manos.
La lana ovillada representa el futuro, lo que resta por vivir,
los puntos en ambas agujas, lo que fuimos capaces de urdir.
Al tiempo que tejemos y vemos a la prenda ir progresando,
el ovillo se reduce, igual que la vida que nos va quedando.
Para que el tejido no resulte monótono o sobrio en demasía,
hay que ir insertando, cada tanto, algunos puntos fantasía.
Ojalá que al acabarse mi ovillo, sepa discernir y comprenda,
a la vista de lo realizado, si quedé conforme con la prenda.
A pesar que en nuestra vida, que es una permanente puja,
no faltará un gato, que tire del ovillo y desenhebre la aguja.
y al otro extremo, enhebrar su aguja, una dama anciana.
Imaginé esta metáfora, acerca de lo vivido y lo por delante,
mientras la viejita teje la bufanda o, quizás, sea un guante.
Al nacer, se me confió un ovillo, igual que a mis hermanos,
que devanaron nuestros padres, usando más que las manos.
La lana ovillada representa el futuro, lo que resta por vivir,
los puntos en ambas agujas, lo que fuimos capaces de urdir.
Al tiempo que tejemos y vemos a la prenda ir progresando,
el ovillo se reduce, igual que la vida que nos va quedando.
Para que el tejido no resulte monótono o sobrio en demasía,
hay que ir insertando, cada tanto, algunos puntos fantasía.
Ojalá que al acabarse mi ovillo, sepa discernir y comprenda,
a la vista de lo realizado, si quedé conforme con la prenda.
A pesar que en nuestra vida, que es una permanente puja,
no faltará un gato, que tire del ovillo y desenhebre la aguja.
MUJER CASADA
Mi amigo siempre me advirtió, que iba a liarme la vida.
Ya me lo insinuó al conocernos, en la primera salida.
Me vaticinó que los problemas me vendrían en cascada,
si seguía insistiendo en salir, con aquella mujer casada.
Pensaba, y no se equivocaba, que la casada es peligrosa.
Que, con el pasar del tiempo, se va volviendo ambiciosa.
Sugirió, también, que pronto Iba a desnudar otra arista,
mostrando, ahora sin disimulo, su costado más egoísta
Consideró, que sería una tarea que no sabría de reposo,
hacer feliz y siempre conformar, a esa mujer con esposo.
Decía que esa mujer casada, de momento, encantadora,
muy pronto, mostraría las uñas, de hábil manipuladora.
En más de una oportunidad, me insistió en que la dejara,
que se volvería más insufrible, ya con arrugas en su cara.
Que busque acercarme a otra mujer, joven y más entera,
pero, por sobre todas las cosas, de estado civil: Soltera.
Todavía hoy no sé, por qué nunca le hice caso a mi amigo.
Será acaso, que esa mujer casada, estaba casada conmigo.
Ya me lo insinuó al conocernos, en la primera salida.
Me vaticinó que los problemas me vendrían en cascada,
si seguía insistiendo en salir, con aquella mujer casada.
Pensaba, y no se equivocaba, que la casada es peligrosa.
Que, con el pasar del tiempo, se va volviendo ambiciosa.
Sugirió, también, que pronto Iba a desnudar otra arista,
mostrando, ahora sin disimulo, su costado más egoísta
Consideró, que sería una tarea que no sabría de reposo,
hacer feliz y siempre conformar, a esa mujer con esposo.
Decía que esa mujer casada, de momento, encantadora,
muy pronto, mostraría las uñas, de hábil manipuladora.
En más de una oportunidad, me insistió en que la dejara,
que se volvería más insufrible, ya con arrugas en su cara.
Que busque acercarme a otra mujer, joven y más entera,
pero, por sobre todas las cosas, de estado civil: Soltera.
Todavía hoy no sé, por qué nunca le hice caso a mi amigo.
Será acaso, que esa mujer casada, estaba casada conmigo.
miércoles, 20 de febrero de 2008
PARADOJA
En sus últimos años llevó una vida monótona y miserable,
de tal chatura y mediocridad, que le resultaba intolerable.
Los días se sucedían lejos de eventos sociales o diversiones,
ni eso, ni tampoco poder pensar, en tomar unas vacaciones.
Cansado de ir, de su casa al trabajo y del trabajo a su casa,
se prometió, firmemente, que sería la ultima vez que le pasa.
Proyectó unas vacaciones, cosa por tantos años postergada,
no consiguiendo que ninguno se acoplara a esa escapada.
Para recuperar tiempo perdido se fue al mar y las montañas
llevando ropa de playa, pero también una carpa y las cañas.
Ascendió hasta un monte, rematado con un Cristo Redentor
al que siempre invocaba, en tiempos, en que se sentía peor.
Quiso acceder al pie de la cruz, en el que había un santuario,
para agradecer al Todopoderoso, que lo liberó de su calvario.
Paradoja del destino, él, que ya no soportaba aquella, su vida,
termino su existencia, porque su corazón no toleró esa subida.
de tal chatura y mediocridad, que le resultaba intolerable.
Los días se sucedían lejos de eventos sociales o diversiones,
ni eso, ni tampoco poder pensar, en tomar unas vacaciones.
Cansado de ir, de su casa al trabajo y del trabajo a su casa,
se prometió, firmemente, que sería la ultima vez que le pasa.
Proyectó unas vacaciones, cosa por tantos años postergada,
no consiguiendo que ninguno se acoplara a esa escapada.
Para recuperar tiempo perdido se fue al mar y las montañas
llevando ropa de playa, pero también una carpa y las cañas.
Ascendió hasta un monte, rematado con un Cristo Redentor
al que siempre invocaba, en tiempos, en que se sentía peor.
Quiso acceder al pie de la cruz, en el que había un santuario,
para agradecer al Todopoderoso, que lo liberó de su calvario.
Paradoja del destino, él, que ya no soportaba aquella, su vida,
termino su existencia, porque su corazón no toleró esa subida.
viernes, 28 de diciembre de 2007
EL VIGILADOR
Cumplía tareas en un Country, muy exclusivo, de Pilar,
en una empresa que resguardaba la seguridad familiar.
La dama, era la esposa de un personaje muy poderoso,
conocido por ser violento y de comportamiento mafioso.
Él se esmeraba para atenderla, servicial y complaciente,
ella correspondía con buen trato, para nada indiferente.
Un día decidieron vulnerar línea tan peligrosa como fina,
entregándose al prohibido placer, destilando adrenalina.
Desafiando los peligros que semejante ofensa entrañaba,
lo hizo entrar a su cuarto, mientras su esposo no estaba.
Al día siguiente, el vigilador leyó en su teléfono celular
un resumido mensaje de texto: “Tenés que irte de Pilar”.
Escapando del mafioso engañado, renunció a su trabajo,
se mudó de domicilio y, hasta el celular, arrojó río abajo.
La mujer no supo nada de él, manteniéndose expectante,
aún con su piel irritada, por el profuso vello del amante,
Descartando que se ofendiera, al punto de huir y renunciar,
sólo porque con un mensaje le dijera “tenes q irte a depilar”
en una empresa que resguardaba la seguridad familiar.
La dama, era la esposa de un personaje muy poderoso,
conocido por ser violento y de comportamiento mafioso.
Él se esmeraba para atenderla, servicial y complaciente,
ella correspondía con buen trato, para nada indiferente.
Un día decidieron vulnerar línea tan peligrosa como fina,
entregándose al prohibido placer, destilando adrenalina.
Desafiando los peligros que semejante ofensa entrañaba,
lo hizo entrar a su cuarto, mientras su esposo no estaba.
Al día siguiente, el vigilador leyó en su teléfono celular
un resumido mensaje de texto: “Tenés que irte de Pilar”.
Escapando del mafioso engañado, renunció a su trabajo,
se mudó de domicilio y, hasta el celular, arrojó río abajo.
La mujer no supo nada de él, manteniéndose expectante,
aún con su piel irritada, por el profuso vello del amante,
Descartando que se ofendiera, al punto de huir y renunciar,
sólo porque con un mensaje le dijera “tenes q irte a depilar”
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