Cuando dos personas cohabitan y una exhibe sus problemas,
a la otra, no le queda espacio, para exteriorizar propias penas.
La atención gira en rededor de quién se muestra desgraciado
y todo lo que les rodea, ignora, al que se encuentra a su lado.
Su entorno, con quién no conviven, se manifiesta conforme,
cuando, del que padece recibe, de tanto en tanto, un informe.
Agotando esa instancia, enterarse de nuevas desdichas, evita
entonces, se despedirá sin escuchar, del otro, ninguna cuita.
Si, a la primera, no le abandonan dolencias y enfermedades,
la segunda tolerará, silenciosamente, eventuales malestares.
No permite, a sí mismo, engriparse, disimulando hasta la tos,
porque no puede darse el lujo, que haya dos enfermos, de dos.
Al encubrir algún padecimiento, tiene, acaso, justas razones,
no incrementar el sufrimiento, que indispone esos corazones.
Y aunque se encuentre en llaga viva, no consulta a su doctor,
porque uno de ellos, se ha arrogado, el monopolio del dolor.
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