Solo, en el medio del bar, esperando se haga la hora,
comencé a prestar atención, al bullicio que perfora.
Traté de descifrar, de qué se hablaba en cada mesa,
lo que, hasta ese momento, se mezclaba en mi cabeza.
A la izquierda, una pareja, que parecía tal para cual,
conversaba de libros leídos, con un halo intelectual.
Hasta que se pararon para irse, creí aludían a Neruda,
pero, cada cual portaba, sendos libros de autoayuda.
A mi diestra, un matrimonio, no atinaba con el acertijo,
no terminaba de comprender, para qué los citó su hijo.
Cuando, al rato, llegaron dos jóvenes gay, de la mano,
supuse cual sería la noticia, que les daría, muy ufano.
Frente a mí, un hombre maduro y su mujer, aburrida,
contemplaban por la ventana, como transcurre la vida.
Tuve que mirar dos veces, pues en él creí reconocerme,
pensé "No puedo ser yo", pero me costó convencerme.
Por detrás, escuchaba, unos comentarios muy sabrosos
de dos muchachas, excitadas, con alguno de los mozos.
Llamé al mesero y le pase el dato, pues lo creí oportuno,
espero que, en retribución, me dedique, al menos, uno.
En un bar, cuantas historias se tejen, de buena o mala fe,
yo me asomé a algunas, por el módico precio de un café.
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